Hernán Reyes Aguinaga
En apenas algo más de un año, Guillermo Lasso se ha puesto muchas veces la soga al cuello. A la manera de aquellos que se meten a jugar un juego del que desconocen sus reglas, el banquero Guillermo Lasso quiso jugar a político y se quemó. Quiso ganar la presidencia tras dos intentos anteriores fallidos e hizo trampa. Primero traicionó su propio programa de gobierno e hizo toda oferta demagógica posible. A la larga, hasta sus propios electores le reclamaron su tramposa actuación. Luego hizo trampa a sus propios aliados socialcristianos, sin los cuales jamás hubiera sido presidente. Después, se dice que UNES le ofreció gobernabilidad, les dijo que sí, pero les hizo trampa de inmediato: hizo pacto con Pachakutik y con las Izquierda Democrática para nombrar a una política impresentable como presidenta de la Asamblea.
Por último, traicionó a la democracia y atacó a mansalva al pueblo usando a los militares y policías bajo un decreto cuasi-dictatorial de Estado de Excepción. Le tocó pagar y caro. Quiso jugarle sucio a la Asamblea y cuando ésta iba a analizar el abusivo Estado de Excepción que había decretado, hizo una leguleyada y lo derogó minutos antes de ser tratado por los asambleístas. Para todo esto, ya había perdido la escuálida mayoría que tenía en la Asamblea y le tocó ser objeto de un pedido de destitución, en cuyo debate, los asambleístas de todas las tendencias le dijeron de todo, y los adjetivos que le endilgaron fueron de fascista a asesino, por lo bajo. La votación final fue lo de menos.
Pero lo que sí es claro es que el arrogante Lasso que aparecía ante el país diciendo que había ordenado que las fuerzas militares y policiales fueran “con todo contra el pueblo”, fue objeto de merecido escarnio y ni siquiera tuvo el valor de cumplir con la Constitución y darle cara en el recinto legislativo. Su último intento de trampa finalmente quedó al descubierto: había derogado el segundo decreto que declaraba Estado de Emergencia en seis provincias, para tratar de deshacer la causal de “grave conmoción social” de la que él mismo había echado mano para emitir el decreto: Lasso ya no sólo llevó sobre sus espaldas la fama de mentiroso, sino la de tramposo.
Cualquier aspirante a candidato político sabe que los conflictos políticos y sociales se resuelven con mecanismos políticos. Ese es uno de los principios de las democracias modernas. Uno de esos mecanismos es el diálogo entre gobernantes y grupos que demandan o protestan, desde agendas mínimas. Cuando un gobierno, como el de Lasso, deja atrás la vía propiamente democrática y frente al Paro Nacional impone una salida únicamente policial y militar, bajo el pretexto de que estaría en marcha un supuesto intento por derrocarlo por la vía de un golpe de estado, aplasta el principio fundamental de la democracia.
Durante el peor tramo del Paro Nacional, y sin ser la primera vez en estos cortos -a la vez que eternos- trece meses de gobierno de Lasso, y ante la incapacidad para gestionar la política, volvió a valerse del discurso de la auto-victimización como manido recurso para justificar su inoperancia al frente de la primera magistratura del país. Recordemos que antes ya habló de la “trilogía” que en su imaginación estaría amenazándolo a él y a su gobierno, señalando al correísmo, a la CONAIE y a los socialcristianos como los culpables de fraguar tal cosa.
La diferencia es que ahora, frente a una gravísima crisis y conmoción social en el país que ya lleva casi dos semanas, y que inició no ahora, sino cuando en meses pasados y ante las demandas del el movimiento indígena para que dé solución a problemas de fondo frente a los cuales el gobierno ni se había preocupado de mirar, Lasso usó una represión estatal nunca antes vista que causó hasta el domingo anterior cinco muertes confirmadas, decenas de heridos y quizá ya centenas de detenidos, en cuyas detenciones se han llegado a cometer casos de tortura y humillaciones públicas inadmisibles.
Las trampas, tarde o temprano, se descubren. Lasso simuló buscar el diálogo con la CONAIE hace meses cuando, Iza -al que Lasso había ya amenazado ya con “llevar sus huesos a la cárcel”, y a quien le dijo “anarquista”, “desestabilizador” y “violento”- accedió a ir a dialogar a Carondelet, a cuya entrada fue ciertamente maltratado al impedir que entren otros dirigentes indígenas y al evitar que la prensa alternativa pudiera cubrir el evento. Apenas salió Iza reclamó públicamente que no había avances y que el gobierno no se había comprometido a nada. Sin embargo, a las horas de eso, el gobierno empezaba con su cadena de mentiras al decir que había “acuerdos” sobre varios temas básicos. Lasso estaba ya preparando el camino para la trampa que tendió al movimiento indígena y al país en los fatídicos días de conmoción social que hemos vivido.
¿Cuál ha sido el letal entrampamiento que el propio Lasso se ha creado?: decirle “no” a la paz social y a la democracia. Tratar de burlarse de los mecanismos democráticos para resolver conflictos. Responder a la protesta social violentando los derechos humanos sin escrúpulo alguno por la vulnerabilidad de mujeres y niños. En pocas palabras, Lasso ha pagado el costo de sus propios errores y engaños. Y por ello, su presidencia ha quedado pendiendo de un hilo, un hilo que se puede romper cualquier momento.
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